Aquella luz que perdimos


El crepúsculo se incendia y,  sin embargo,
no logro encontrar luz alguna;
con el alma muerta y la nostalgia en los bolsillos,
abro mis negras alas para remontar el vuelo.

La eternidad alarga su extensa sombra
para besar los labios del vampiro
y éste, se deja besar mientras implora
a la diosa soledad, que no le devore.

Masticamos horas muertas
sobre la garganta de algún infeliz
y desangramos sus memorias
para recuperar un poco del ayer perdido,
bebemos recuerdos y latidos
con la única esperanza,
vana creencia, en un mañana donde,
cuando el crepúsculo vuelva a incendiarse,
tal vez, nos muestre aquella luz
que alguna vez perdimos.

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