Poesía suicida

Borré mi nombre, 
asesiné los versos, 
los estrangulé en una noche amarga 
mientras cierta nostalgia me bailaba, 
insinuante, con sus curvas entintadas.
Pluma traidora que me abres al medio 
y me muestras en el agua, 
no voy a mirar, 
el lodo es mi última palabra.

Voy degollando poesía, 
la venganza de quién fue víctima.
Y nada digo, 
porque lo dicho fue quebrado en un momento de letargo, 
bajo un horizonte lejano 
donde la musa me dijo adiós alzando sus tacones, 
por la calle abajo se me iba y yo: ¿A quién le escribía?, 
nada, nada yo decía.

Soy la consecuencia de una causa extinguida, 
la osadía truncada, la plegaria arrebatada, 
el embrión del rencor, el parto de la letra sin rima, 
el enigma y el misterio de una noche perdida, 
el polvo en el ojo que no mira, 
la indecisión cuando la risa se oculta y...
mi llanto es actor amagando con abrir el telón.

Mi teatro hace tiempo murió, mi poesía se suicidó.

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