Dame un instante

Absurda eternidad,
que golpeas con saña
en mi sed, tiznándola
de escarlatas,
que persistes en deshojar
todas mis noches,
mis crepúsculos,
para convertirme en hambre.

¡Ya sé, maldita!
ya sé que no tengo alma,
somos hijos de las tinieblas,
mas dame un respiro,
déjame sucumbir por un instante
al placer de la soledad,
de los senderos vacíos,
del ulular del búho,
de la luna y su luz de plata,
dame un mísero segundo
para deleitarme
en la hermosura de la oscuridad...

luego ya, 
si quieres,
me ruges de nuevo en sangre.

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