Sin excusas, nada me conmueve

Cuántas mentiras ocultan tus ojos
en tan sólo un segundo de ésta negra noche,
cuántas excusas al borde del precipicio
de esos, tus labios de nácar,
cuánto renegar y maldecir
como si todo mi ser fuera un demonio,
un belcebú, un lucifer extendiendo su mísera sombra
sobre la palidez de tu desdichada piel.

Querido: ¡Nada me asombra!
Nada me conmueve,
nada me perturba;
sin conciencia, 
sólo la sed se pronuncia en mi pensamiento,
sólo el hambre
y tal vez, este instinto homicida
que silencia tus gemidos,
este pequeño instante de placer
en el que beso tu cuello 
y bebo de ti
mientras sigues buscando excusas...

rojo es el color
que enmudece tus sentidos.

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