La eterna soledad del vampiro

La soledad se acerca,
sigilosa, sollozando lastimera,
abrazando con su sombra 
la alargada sombra del vampiro
y le recuerda
entre ecos maliciosos,
que está solo,
que la eternidad nunca se acaba
y que cada minúsculo grano
del interminable reloj de arena
lleva su nombre escrito,
su clausura, su destierro,
su mazmorra de silencio y hueco...
profundo, abisal, negro y vacío.

Resignado, el vampiro
atusa sus alas como si nada pasara,
afila la punta de sus albos colmillos
y ofrenda un bostezo
a la ténebre boca de la noche.

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